Hoy hablaremos de los tímidos y la timidez. De los que les cuesta expresarse en público.

De los que aseguran que “llego a un lugar en el cual no conozco a nadie y no sé qué decir”, o “me cuesta hacer amigos, relacionarme con la gente

La timidez tiene un componente innato, según las investigaciones presente en un 20% de los seres humanos. Es importante aclarar que este post no trata de la fobia social (extremo patológico que requiere de otro abordaje).

Hace años en una supervisión grupal la Dra. Raquel Solvey recomendó un texto llamado “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” de Dale Carnegie para trabajar un caso.

(Sí, el título es terrible, como suele ocurrir en muchos casos. Pero el contenido es muy bueno).

Es un clásico de las relaciones interpersonales. El resto de material que he leído al respecto en general son extensiones de esta obra.

Las personas agradables se interesan por los demás.

Las personas más interesantes son las que mejor escuchan.

Hablan menos y preguntan más.

El tema de conversación favorito de cualquier persona es ella misma.

Nos encanta hablar de nosotros. Es un momento primoroso cuando alguien nos escucha atentamente. En un estudio de la Facultad de Psicología de Harvard se demostró que hablar de uno mismo estimula las áreas de recompensa del cerebro. (Aunque no recomendamos hablar de tu psicoterapia).

Quienes mejor escuchan evitan ser autorreferenciales y se alegran por la suerte de los demás.

Ejemplo (*1): Viene una persona A y le cuenta a B que volvió con su novia de un viaje a Nueva York.

B1) “¿ A Nueva York? Seee…tengo unos amigos que fueron y no les pintó mucho, los abrumó la ciudad. Dicen que es caro, no?. Yo antes de ir a Estados Unidos iría al Caribe o a Europa. Los yankees mucho a mí no me…¿viste? ¿Y, cómo pasaron?

B2) ¿Viste cómo está? Nosotros cuando fuimos conseguimos un hostel súper barato. En ocho días recorrimos todo, necesitas por lo menos ocho días para conocer bien. El mejor museo por lejos es el MOMA (¡decime que fueron!). Pah que ganas de volver…

B3) ¿Qué bueno ! Nueva York sin dudas debe ser muy interesante. ¡La Ciudad que nunca duerme! ¿Qué paseos hicieron? ¿Central Park? ¿Pudieron ir a una misa Gospel?

¿Con cuál de los B te darían ganas de conversar?

Mi conversación con B1 o B2 duraría algo así como 75 segundos. Con B3 estaría encantado de continuar y de preguntarle luego sobre que ha sido de su vida.

No nos seduce profundizar en todos los temas. Incluso sería imposible. Mas supongamos que sos una persona de letras. Te gusta la literatura, el arte, la filosofía. ¿En verdad no te resulta cautivante conocer lo que es el día a día de una economista; de un despachante de aduana; de una estudiante de química; o de un árbitro de fútbol?

Todo el mundo tiene una historia para contar, incluso los tímidos. Y seguro estará esperando que vos la descubras.

Como sabemos, o deberíamos,  la sesión de psicoterapia es un micro laboratorio social. El siguiente ejemplo es de la clínica, y en la vida social se da de igual manera.

Cierta vez recibí un paciente algo tímido. Me costaba establecer un vínculo de confianza con él. Era músico concertista de orquesta. Le pregunté por su compositor favorito y me confesó que era Tchaikovsky, del cual yo conocía sólo un par de piezas.

Sentí curiosidad, así que esa semana me dediqué a escuchar la obra de este compositor. Al terminar la sesión siguiente le comenté: “Estuve escuchando Tchaikovsky estos días y es increíble, música celestial. También aproveché para investigar a otros rusos: ¿me podés explicar por qué está tan valorado Pájaro de Fuego de Stravinsky? No me gustó para nada”.

El paciente se río. Nuestro vínculo se profundizó en las siguientes sesiones, y creo que aquello colaboró. De paso yo aprendí algo nuevo (Tchaikovsky mata!)

[El célebre psiquiatra Iriving Yalom recomienda siempre comentarle a los pacientes cuando estuvimos pensando sobre ellos en la semana. Es una muy  buena práctica. Claro que debe ser genuino. Los pacientes se dan cuenta al instante si les mentís, en especial si son tímidos]

Sobre ser tímidos

¿En qué estábamos? Me perdí. Ah, volvamos al comienzo.

Llegas a una reunión en donde no conoces a nadie. El problema no es que no tener tema de conversación. Por el contrario tenés todos los temas de conversación en potencia. Ser tímido tiene que ver con otra cuestión.

Cuando conversas, por ejemplo, con tus padres o con un amigo íntimo seguro no te sucede de quedarte sin tema. Ocurre que no te censuras y hablas de cualquier nimiedad. En cambio, cuando estás frente a un desconocido comenzás a martirizarte pensando si lo que estás bosquejando será del interés del otro.

Uno de los problemas centrales de quien tiene ansiedad social o es tímido es el querer complacer a todos. Como aseguran algunos esta es la fórmula perfecta del fracaso. Imposible es gustar a todo el mundo.

Una de las recomendaciones centrales del libro de Carnegie al que hacíamos referencia tiene que ver con la sonrisa. El autor asegura que abriremos innumerables puertas con nuestra sonrisa.

Un saludable ejercicio es observar qué hacen aquellos a quienes admiramos. Esto es válido para cualquier área.

Hay algunas personas que me caen demasiado bien. Demasiado porque las podría considerar entre las mejores personas que conozco, aunque en verdad en algunos casos no les conozca en profundidad. ¿Qué tienen estas personas a diferencia de los tímidos?

Una de las características que comparten sin lugar a duda es la sonrisa límpida y generosa.

Otra tiene relación con que no te juzgan ni  te contradicen. Cuando discrepan en algo contigo lo hacen de un modo elegante, o constructivo (“Sí, y además de eso creo que…”).

También hacen cumplidos, son amables, dan retroalimentación positiva.

Estos tres aspectos son reseñados en el texto citado.

Agregaría que son personas abiertas a ver las situaciones desde diferentes ángulos, sin grandes prejuicios. Y que son curiosas y les gusta aprender de los otros.

De más está decir que uno no va a cambiar sus modos de vincularse sólo por leer un artículo. En la timidez están en juego cuestiones del orden obsesivo y la autoestima, por nombrar algunas, que deben ser abordadas en terapia.

De todos modos creo que es importante y valioso lo que se compila en este post. Puede parecer superficial y básico, pero para un tímido puede ser de mucha ayuda.

El otro día justamente charlaba con estudiantes de facultad de psicología de la trampa en la que solemos caer cuando algo nos parece como muy “fácil”. Lo difícil es hacerlo, y ser constantes.

Más de una vez estuve varios minutos buscando la llave de mi casa y la tenía en la mano.

(*1) Pau Navarro tiene un ejemplo muy similar en su libro “Dirige tu vida”. Elegí reelaborarlo porque pensé que se podía mejorar.

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