Cuando convenimos con un consultante comenzar un proceso de terapia usualmente se determinan ciertas pautas. Algunos llaman a esto el encuadre. Una de las pautas más recomendadas es no hablar acerca de tu psicoterapia.

Esto está muy sujeto a variaciones según el estilo y las técnicas que maneje cada profesional.

Los otros días releía un libro muy interesante de Contardo Calligaris,  psicoanalista italiano radicado en Brasil. El título es Cartas a un joven terapeuta.

El autor asegura que una buena regla a explicitar en el comienzo del tratamiento es que el paciente se comprometa a no hablar de su terapia con sus vínculos próximos, familiares y amigos.

Da dos razones para justificar el no hablar de la psicoterapia.

1) Muchos amigos o parientes pueden hostilizar la cura de un  paciente, porque temen (y con razón) que el tratamiento modifique la relación que el paciente mantiene con ellos.

2) La otra razón tiene que ver específicamente con las parejas.

Cierta vez comencé a trabajar con un joven. Se había puesto de novio hacía unos meses. “Es la mujer de mis sueños, no lo puedo creer. Eso sí, nos pasamos peleando…

Cuando fui escuchando la historia nos pusimos de acuerdo en algo. Tal vez habría que pensar en bajar un poco a la muchacha de las nube en la que la había colocado.

El camino sería dedicarse con mayor intensidad a su trabajo, estudio, familia, amistades, y aficiones. Simple: dejar de hacer girar su vida en torno a ella. 

El joven decidió tomar cartas en el asunto y comenzó a realizar algunos pequeños cambios en su rutina.

Su novia estalló en cólera. Su pareja ya no estaba a su completa disposición, ya no se arrastraba cual babosa por su amor. ¿Qué había pasado?

Claro que uno de los principales sospechosos era “ese psicólogo al que empezaste a ir”.

Con algunos pacientes se hace pertinente marcar estas reglas de no hablar. “Lo que hablamos en terapia queda acá”.

Lo importante de esto no es cubrir a los psicoterapeutas.

La terapia es tu espacio. Si no se logra hacer respetar ese lugar íntimo eso ya es motivo de análisis en sí mismo. Sería bueno preguntarnos qué límites  podemos establecer en nuestra vida.

Volvamos al libro de Calligaris.

El autor pone el ejemplo de cuando ambos miembros de una pareja van a terapia.

Es común, asegura, que se produzcan situaciones tales como: “¿que te dijo hoy tu psicólogo?”, y “¿qué te dijo el tuyo?”.

A menudo sucede que se arma una guerra en las cuales la intervenciones e interpretaciones de los terapeutas funcionan como armas.

Parejas que están en crisis y  afirman querer permanecer juntas. Que asisten a terapia individual para mejorar, para cambiar.

Es una pena, porque si ambos hubiesen permanecido callados el efecto de la palabra de los terapeutas tal vez hubiese servido en la dirección deseada

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