Padres abusadores, sexuales y emocionales. Madres con un trastorno de la personalidad. Padres adictos. Madres inmaduras.

“He motivado a cientos de pacientes a que perdonen a sus agresores. Me he equivocado”,
afirma el psicoterapeuta José Luis Canales en su libro Padres Tóxicos.

El autor entiende que pedirle a un  paciente que ha sido lastimado por sus padres que “los perdone para sanar”, es obligarlo a hacer algo para lo cual tal vez no esté preparado.

El perdón no es una decisión, es un proceso, y parte de ese proceso es validar profundamente el enojo y el resentimiento.

Es humano y justo sentir resentimiento hacia quien hizo tanto daño, hacia quien lo hizo además, de manera consciente y repetida.

Tenemos derecho a sentir indignación y rencor en contra de quien, por ejemplo, nos robó la adolescencia.

Las etapas del perdón

Canales distingue cinco etapas del perdón.

La primera tiene que ver con aceptar el abuso con toda la magnitud que ha tenido en tu vida.

En la segunda viene el deseo de venganza. Y aquí es necesario detenernos.

El deseo de venganza consiste en forzar a quien haya hecho algo malo a sufrir el mismo dolor que él infligió, asegurar que esa persona o grupo no volverá a cometer dichos daños.

La venganza es un acto que, en la mayoría de los casos, causa placer a quien la efectúa, y genera una pasajera sensación de equidad y justicia.

Las investigaciones muestran algunos inconvenientes en la venganza.

En la gran mayoría de los casos, el castigado no es empático con el sufrimiento de la víctima, es decir, no le da el peso que tuvo su falta en la vida del otro y, por lo tanto, no entiende los motivos por los que hay represalias. Esto genera más soledad y vacío en la víctima.

Las fantasías de “darle una lección moral” a quien hizo el daño se hacen humo.  Resulta una mala inversión de tiempo y energía.

El autor concluye que dejar de lado la búsqueda de venganza es un gran paso hacia la sanación. No es fácil e implica un gran esfuerzo, pero es un paso sólido hacia la salud mental.

La tercera etapa tiene que ver con aceptar que el abuso del cual fuimos víctimas está en el pasado, y aunque tiene secuelas importantes en nuestra vida presente, debemos ser los responsables de transformarlo.

Y el siguiente paso es la compasión

La compasión es lo que le permite al ser humano dejar de pensar, al menos por un instante, en sí mismo para pensar en el otro, incluso cuando el sufrimiento corresponde a aquella persona que siente compasión.

Compasión no es igual a perdón. La compasión es entender de manera empática de dónde proviene el sufrimiento y la conducta enferma del otro. La compasión hacia un padre tóxico implica entender que éste a su vez fue hijo de otro padre tóxico que abusó de él.
La práctica de la compasión nos aligera el camino. Nos ayuda a entender y a sobrellevar el dolor del abuso que vivimos, al comprender las carencias de nuestros padres.

El perdón no significa el abandono de la búsqueda de la justicia ni dejar de defender los propios derechos.

Lo que no deberíamos  seguir buscando es un desahogo que convierta a la búsqueda de la justicia en el centro de nuestras acciones, obturando nuestro avance en otras áreas de la vida.

El perdón no incluye obligatoriamente la reconciliación. El perdón tampoco implica olvidar lo que ha pasado. El olvido es un proceso involuntario que se irá dando, o no, con el tiempo.

El perdón no supondrá nunca restaurar la relación con alguien que, con mucha probabilidad, vuelva a dañarnos.

Es importante tener claro que aunque podemos llegar a perdonar a aquel padre abusivo que nos hizo daño, necesitamos entender que su nivel de toxicidad seguirá existiendo y será necesario mantener la justa distancia.

¿Cómo se sana?

Sin un verdadero contacto emocional no puede existir sanación del pasado tóxico. Atravesar el proceso sin sentimientos es un “como si” se estuviera sanando. Y en realidad sólo se racionaliza y se intelectualiza el pasado.

Al principio no será agradable. Y la terapia puede parecer hasta contraproducente. “Es que me siento peor que antes de venir”.

Curar las heridas por momentos duele.

Proactivos o reactivos

Ser responsables de tu vida implica ser proactivo. Ser proactivos es actuar con conciencia, responsabilidad y respeto hacia nosotros y hacia los demás, pero, sobre todo, ser los “arquitectos de nuestro destino” y dejar de culpar a los demás por nuestra infelicidad.

Ser reactivos significa actuar desde la inconsciencia y desde el rol de víctima.

¿Cómo confrontar a tus padres?

Lo más importante es que pongas nuevas reglas y límites en tu relación con ellos.

Puede ser bueno escribir los puntos clave que no puedes olvidar decir, para que te expreses correctamente sin importar lo nervioso que estés o el miedo que tengas.

Vas a tener que sentirte muy sólido para manejar la reacción emocional de tus padres, que podrá ser de enojo, tristeza, negación o rechazo.

Canales señala cuatro puntos de la confrontación.

1) Señalar los hechos que ellos hicieron, lo más concretamente posible.
2) Explicarles cómo te sentiste al respecto en ese momento de tu vida.
3) Cómo afectaron estos hechos en tu vida adulta.
4) Cuál es la consecuencia de que hayan hecho eso y qué es lo que esperas hoy en día de ellos.

Se podrá hacer cara a cara, o por carta.

Este post viene a ser una suerte de resumen del libro ya mencionado, Padres Tóxicos.
Fue revelador y removedor haberlo leído. Me hizo recordar a algunos pacientes con los que trabajé.  Recordar situaciones, intervenciones. Cuestionarme en mi rol. Mis errores.

Me resulta muy interesante complejizar la idea del perdón.

Creo que hay algo de los males de nuestro tiempo en esto. No estar dispuestos a afrontar un proceso. No respetar el tiempo de nuestras emociones.  A veces otorgar un falso perdón blando. Como algo mágico.

[ El pensamiento mágico puede ser un muy buen tema para un futuro post]

Me encontrado con personas que aseguran que hay cuestiones que no tienen perdón.  Y también con otras que juran haber perdonado lo más terrible. Canales plantea que en todo caso no es un acto de voluntad.

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