El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es un diagnóstico que a menudo se asocia con niños inquietos y distraídos.

Lo que muchas veces no se sabe es que este trastorno no desaparece mágicamente al alcanzar la adultez. De hecho, se estima que alrededor del 4% de los adultos también vive con TDAH, aunque a menudo sin siquiera saberlo.

Este desconocimiento no es casualidad; los síntomas en adultos pueden ser malinterpretados como rasgos de personalidad, efectos del estrés o simplemente una falta crónica de organización.

Manifestaciones del TDAH en adultos

Cuando pensamos en un adulto con TDAH, la imagen no es tan evidente como la de un niño hiperactivo.

Los síntomas son más sutiles:

Dificultades de concentración

Para un adulto con TDAH, mantenerse enfocado en una tarea que requiere tiempo y esfuerzo puede parecer una misión imposible.

Esto se traduce en un bajo rendimiento en el trabajo, proyectos inacabados y una sensación constante de estar abrumado por la vida diaria. La procrastinación se convierte en una compañera frecuente, mientras que la distracción impide cerrar ciclos y avanzar.

Impulsividad

La impulsividad no se queda atrás. En la adultez, puede manifestarse en decisiones tomadas sin mucho pensamiento, en interrupciones constantes durante las conversaciones o en la incapacidad para esperar turnos.

Según Russell Barkley “la impulsividad puede ser el mayor enemigo de la estabilidad en la vida adulta» (Barkley, 2010). Y es que esta impulsividad no solo afecta la vida personal, sino que también puede complicar la vida laboral y las relaciones interpersonales.

Inquietud interna

Con la edad, la hiperactividad física tiende a disminuir, pero eso no significa que la sensación de inquietud desaparezca.

Muchos adultos con TDAH describen un nerviosismo constante, una necesidad imperiosa de estar en movimiento, aunque sea de manera interna. Este malestar continuo puede impedir la relajación, convirtiendo cada intento de descanso en una tarea frustrante.

Problemas de organización

La vida diaria de un adulto con TDAH puede ser un caos de tareas pendientes, plazos incumplidos y una constante lucha por mantener el orden.

Gestionar el tiempo se convierte en un desafío monumental, y la desorganización puede afectar tanto la vida profesional como la personal.

Una mirada psicodinámica al TDAH en adultos

El TDAH no es solo un conjunto de síntomas que se manifiestan en la conducta. Se trata de una expresión de conflictos internos no resueltos y dinámicas inconscientes que tienen sus raíces en la infancia.

Conflictos intrapsíquicos

Sigmund Freud y Melanie Klein dedicaron parte de su tiempo a explorar cómo las experiencias tempranas configuran la manera en que manejamos la atención y la impulsividad.

Por ejemplo, una dificultad crónica para concentrarse puede ser más que simple distracción; puede ser la manifestación de un conflicto interno donde el deseo de alcanzar metas choca con un miedo paralizante al fracaso.

Este tipo de lucha puede tener su origen en experiencias tempranas donde el niño recibió mensajes contradictorios sobre la realización.

Mecanismos de defensa

Los mecanismos de defensa, como la represión, la negación o la proyección, son estrategias inconscientes que usamos para lidiar con la ansiedad.

En el caso del TDAH, la procrastinación puede ser un intento de evitar la ansiedad que surge al enfrentarse a una tarea que parece abrumadora.

Otto Kernberg ha sugerido que estos comportamientos defensivos están profundamente arraigados en nuestro inconsciente, actuando como barreras que protegen al individuo de enfrentar temores más profundos (Kernberg, 2004).

Identificación y autoimagen

La autoimagen de un adulto con TDAH suele estar teñida de sentimientos de insuficiencia y frustración. Estos individuos, a menudo, se ven a sí mismos como «perezosos» o «incompetentes», una percepción que, según Heinz Kohut, puede estar relacionada con una falta de validación emocional durante la infancia (Kohut, 1971).

Esta autoimagen negativa se convierte en un obstáculo más, perpetuando un ciclo de baja autoestima y fracaso percibido.

Abordaje terapéutico del TDAH en adultos

El tratamiento del TDAH en adultos no debiera limitarse a aliviar los síntomas superficiales. En la psicología profunda exploramos las raíces emocionales del trastorno.

Conciencia y entendimiento

A medida que el paciente adquiere una mayor conciencia de sus procesos internos, comienza a identificar los patrones inconscientes que están detrás de sus síntomas de TDAH.

Por ejemplo, un paciente podría descubrir que su dificultad para concentrarse en el trabajo está profundamente conectada con un miedo al rechazo si no cumple con las expectativas, un temor que tiene sus raíces en experiencias tempranas de desaprobación por parte de figuras de autoridad.

Relación terapéutica

La relación entre el terapeuta y el paciente es fundamental. El terapeuta actúa como un «otro significativo», un espejo en el que el paciente puede reflejar sus emociones y pensamientos más profundos.

Este espacio seguro permite re-experimentar y reinterpretar emociones dolorosas, facilitando un proceso de curación y cambio (Winnicott, 1971).

Integración de nuevas estrategias

Aunque nos centremos en la exploración emocional, también es crucial dotar al paciente de herramientas prácticas.

Ayudar al paciente a estructurar su tiempo, establecer metas realistas y aprender técnicas para mejorar la atención y reducir la impulsividad son pasos esenciales para manejar el TDAH de manera efectiva.

El rol de la medicación

La medicación puede ser un aliado en el tratamiento del TDAH.

Si bien los estimulantes pueden mejorar la concentración y reducir la impulsividad, no abordan los conflictos emocionales subyacentes que alimentan el trastorno.

Como señala Bessel van der Kolk, «la medicación puede amortiguar los síntomas, pero el trabajo profundo requiere explorar y entender las heridas emocionales subyacentes» (van der Kolk, 2014).

No todo es negativo en el TDAH

Varias personas famosas han compartido públicamente sus experiencias con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), demostrando que este diagnóstico no es un impedimento para alcanzar logros significativos.

Vamos a ver un par de ejemplos:

Michael Phelps

El nadador olímpico más condecorado de todos los tiempos fue diagnosticado a los nueve años.

Phelps tuvo que enfrentarse no solo a los desafíos típicos de cualquier joven atleta, sino también a las dificultades de concentrarse y mantenerse enfocado, características propias del TDAH.

Phelps lo utilizó como una fuente de motivación.

La natación se convirtió en su válvula de escape y, con el tiempo, en una forma de canalizar su energía de manera productiva.

Phelps encontró en el deporte una estructura que le permitió controlar su impulsividad y mejorar su concentración.

El TDAH no solo puede ser tratado, sino que también puede ser transformado en una fuerza impulsora para alcanzar metas extraordinarias.

Richard Branson

Richard Branson, el fundador de Virgin Group, es otro ejemplo de una figura pública que ha transformado su diagnóstico de TDAH en una ventaja.

Parece ser que, desde joven, Branson tuvo dificultades en la escuela, donde su TDAH le hacía complicado seguir el ritmo de las clases y mantener la concentración.

Sin embargo, estas mismas características se convirtieron en motores de su espíritu emprendedor.

Branson no solo aceptó su manera única de procesar el mundo, sino que la utilizó para pensar de manera diferente, ser más creativo y tomar riesgos que otros habrían evitado.

Su capacidad para mantenerse en movimiento, su impulso constante por nuevas ideas y su habilidad para gestionar múltiples proyectos a la vez fueron, en gran parte, reflejos de su TDAH.

Estos son solo dos ejemplos, pero podés buscar en la web y te vas a encontrar con muchos más, en todas las áreas.