Si te preguntan qué es empatía, tal vez dirías que es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona. Aunque no te faltaría razón, la empatía engloba un concepto mucho más complejo y multifacético. Es uno de los principales componentes de la inteligencia emocional del ser humano.

¿Qué es la empatía?

En un sentido más amplio, la podemos definir como una habilidad que implica comprender y responder ante las emociones, los sentimientos y las experiencias de otras personas. En esencia se trata de abordar las situaciones desde un punto de vista ajeno, en lugar del propio.

 No necesitamos compartir los mismos pensamientos o emociones que motivan el proceder de la otra persona para tener esta cualidad. De lo que se trata es de tomar la perspectiva de una realidad distinta a la nuestra, tanto a nivel cognitivo como afectivo.

En el ámbito psicológico, la empatía permite establecer relaciones interpersonales más efectivas y satisfactorias. Por otra parte mejora la comunicación y ayuda resolver conflictos con solvencia.

Nota: La empatía y la simpatía son conceptos diferentes. La empatía tiene un significado más profundo e implica un compromiso emocional, mientras que la simpatía es básicamente una reacción compasiva o solidaria ante situaciones difíciles, que no necesariamente implica entender la perspectiva del otro.

Tipos de empatía

A nivel de estudios psicológicos se identifican varios tipos de empatía, cada uno con sus características propias. Nos centraremos en los tres predominantes: Empatía cognitiva, empatía emocional y empatía compasiva.

Empatía cognitiva

Está orientada a la capacidad de percibir y comprender las emociones y pensamientos del resto. También se le llama empatía “mental” o “fría”, ya que no necesariamente va seguida de una acción o una respuesta en favor de la otra persona.

La empatía cognitiva implica saber cómo se siente nuestro interlocutor y lo que podría estar pasando por su mente.

Empatía emocional

Supone un paso adelante en relación a la empatía cognitiva. Se da cuando de veras llegamos a sentir las emociones que expresa la otra persona, como si nos contagiáramos de ellas. Nos situamos en un espacio emocional común.

Empatía compasiva

La combinación de los dos puntos anteriores nos lleva a la empatía compasiva. Aquí ya no solo comprendemos y sentimos las emociones de los demás, sino que nos vemos impulsados a ayudar para aliviar su sufrimiento. Es la capacidad de sentir empatía y actuar en consecuencia.

¿Por qué no siento empatía por nadie?

Algunas personas podrían pensar que carecen de esta habilidad, y esto puede ser un impedimento para tener relaciones sociales saludables.

Las causas pueden ser varias:

Las raíces de la empatía

Para entender cómo nace la empatía necesitamos ir a los primeros meses de vida. Pocos meses después del nacimiento los bebés perciben las lágrimas de otro bebé como si fueran algo propio. Cuando llegan al año aproximadamente, se empiezan a dar cuenta que ese sufrimiento no es de ellos sino de la otra persona, aunque todavía parecen confundidos al respecto.

En una investigación llevada adelante por Martín Hoffman, de la Universidad de Nueva York, se observó que un niño de un año promovió a que su propia madre consolara a otro niño que lloraba, dejando de lado a la madre del niño, que también estaba en ese lugar.

Ese mimetismo motriz va hasta los dos años y medio.

Estudios efectuados en el National Institute of Mental Health descubrieron que los niños y niñas tenían mayor empatía cuando se les llamaba la atención sobre las consecuencias que su conducta provocaba en otras personas: «mira lo triste que quedó«.

Asimismo descubrieron que la empatía en la niñez tiene que ver con la imitación, es viendo como los demás reaccionan cuando alguien está afligido cuando se desarrollan las respuestas empáticas, que se van consolidando cuando se ayuda a personas que están en esta situación.

Por otra parte es necesario detenerse en otro concepto. Cuando en la niñez la persona da cuenta que sus emociones son recibidas, aceptadas y correspondidas es que se da la sintonía.

Los momentos de sintonía o falta de sintonía que se van repitiendo entre niños, niñas y sus progenitores van moldeando los que la persona puede esperan a nivel emocional en sus relaciones cuando se llega a la etapa adulta.

A través de la sintonía la madre hace saber al bebé que tiene idea de lo que siente. El bebé grita con placer, y la madre se lo confirma imitándolo o abrazándolo. O juega con el sonajero y la mamá le responde. En estas interacciones se da un mensaje de afirmación cuando la madre iguala el nivel de excitación del bebé.

Estas sintonías lo tranquilizan y le transmiten la sensación de que se están comunicando en lo emocional. Este mensaje se emite una vez por minuto cuando las madres interactúan con sus bebés, según las investigaciones.

¿Cómo practicar la empatía?

Como vimos párrafos más arriba, esto se genera en nuestra primitiva infancia. Por lo cual es muy poco probable, si quienes nos criaron fueron negligentes al respecto, que podamos volvernos personas más empáticas sin pasar por un proceso de terapia.

El hecho de leer un artículo nos puede hacer pensar, nos puede despertar alguna revelación y motivarnos a cambiar.

Pero es necesario el análisis, el revivir determinadas situaciones, el hacerlas conscientes.

La empatía tiene mucho poder

Nos ayuda a conectarnos de manera auténtica y ayuda a que nuestras relaciones interpersonales sean más satisfactorias y duraderas.

Es mucho más importante de lo que puede parecer el poner atención sobre la misma. Puede ser la piedra angular de toda una transformación de la persona.

Bibliografía

(*) Fragmentos basados en Golema, Daniel (2000). La inteligencia emocional, 6ta edición. Buenos Aires. Ediciones B.