Una especie de cansancio del alma. Una pérdida del impulso vital que antes parecía natural.

Te levantás, hacés lo que hay que hacer, pero todo cuesta más. Lo que antes te conmovía, ahora apenas te interesa.

1) Tristeza o depresión: no es lo mismo

La tristeza es una emoción humana, natural y necesaria. Aparece ante una pérdida, una frustración o un cambio importante. Puede doler, pero tiene sentido: nos ayuda a procesar y a elaborar.

La depresión, en cambio, no siempre tiene una causa clara. A veces llega después de un golpe duro; otras, sin aviso.

Es como si la tristeza se hubiera quedado a vivir. No hay descanso emocional, y el vacío parece no tener salida.

Freud, en Duelo y melancolía (1917), señalaba que mientras el duelo implica dolor por la pérdida de un objeto amado, la melancolía (antecesora de lo que hoy llamamos depresión) implica una pérdida del amor por uno mismo.

Algo se derrumba adentro y ya no se puede sentir valor ni deseo.

Es como si la energía que antes se dirigía al mundo se replegara hacia adentro y se volviera contra el yo.

2) Los síntomas que deben hacerte prestar atención

La depresión no siempre se nota desde afuera. A veces aparece escondida detrás de una sonrisa o de una aparente normalidad. Pero internamente hay señales que se repiten:

Según el DSM-5, cuando al menos cinco de estos síntomas se mantienen durante dos semanas o más, se considera clínicamente un episodio depresivo mayor.

Desde lo psicodinámico, la lectura es más amplia. Heinz Kohut propuso que muchas depresiones surgen por heridas narcisistas: experiencias tempranas en las que el niño no fue suficientemente espejado o validado, y creció con una sensación de vacío interior.

La depresión, en ese sentido, es una herida en el sentimiento de sí. No se trata de “tristeza”, sino de la pérdida de la experiencia de ser alguien con valor ante la mirada del otro.

3) Lo que suele haber detrás

No hay una sola causa. A veces la depresión se desencadena por un acontecimiento concreto (una ruptura, un duelo, un cambio brusco), pero otras veces surge de procesos más profundos.

Donald Winnicott hablaba de la pérdida de la capacidad para estar solo, una dificultad para sostener el propio mundo interno sin derrumbarse.

Cuando esa base emocional falla, el sujeto puede caer en un vacío que siente sin nombre.

La depresión, entonces, puede ser un intento desesperado por reencontrar un sostén interno que alguna vez faltó.

Wilfred Bion decía que la depresión puede ser el resultado de no poder pensar el dolor, de no transformarlo en algo simbólico.

Cuando no hay palabras para el sufrimiento, el dolor se vuelve masa: pesa, paraliza, confunde.

De allí su idea del analista como “contenedor”, alguien que ayuda al paciente a transformar lo impensable en pensamiento.

Otto Kernberg, por su parte, vio en muchas depresiones un conflicto entre la rabia y el amor hacia los objetos internos.

Cuando el odio no puede ser elaborado, se vuelve contra el yo: de ahí la autodesvalorización y el ataque interno.

En ese sentido, la depresión puede ser una forma encubierta de agresión dirigida hacia uno mismo.

Y Jacques Lacan vinculó la depresión con la pérdida del deseo.

No se trata solo de estar triste, sino de haber perdido la brújula que orienta el deseo propio, como si el sujeto ya no encontrara motivo alguno para moverse en el mundo simbólico.

El deseo, decía Lacan, es lo que nos mantiene vivos incluso en la falta.

Cuando ese hilo se corta, el mundo pierde color.

4) La vida cotidiana bajo el peso de la depresión

La depresión toca cada rincón de la vida diaria.

Te levantás más tarde, hacés todo más lento, discutís más o simplemente dejás de hablar. Sentís que no podés planificar nada porque el futuro parece un espacio vacío.

Muchos pacientes dicen frases parecidas:

“No tengo ganas de nada, pero tampoco me quiero morir.”

“Estoy cansado de pensar.”

“No me pasa nada, pero tampoco me pasa nada bueno.”

El cuerpo también participa. Hay dolores sin causa médica, contracturas, falta de energía o una sensación de estar “bajo el agua”. Es como si el mundo sonara a lo lejos.

5) Qué esperar de la terapia

La depresión requiere un proceso de elaboración.

Como ya hemos señalado en otros artículos, en terapia el trabajo consiste en darle forma al dolor, ponerle palabras a lo que antes era puro peso.

A veces se trata de revisar vínculos pasados; otras, de reconocer la exigencia interna, la autoexclusión o el miedo al deseo.

La psicoterapia (sea psicodinámica, de apoyo o integradora) puede ayudar a reconstruir el sentido, a descubrir una versión de uno mismo más genuina y habitable.

Como decía Frances Tustin, el sufrimiento emocional no se cura “explicándolo”, sino siendo comprendido: sentir que otro puede alojar lo que yo no puedo soportar en mí.

En algunos casos, puede ser necesario combinar el tratamiento psicológico con medicación. No hay contradicción: la medicación puede ser un puente, no un destino.

6) Mitos comunes

1. “Es solo falta de voluntad.”

Falso. La depresión no se corrige a fuerza de optimismo. Es una alteración real del estado de ánimo, con componentes biológicos, psicológicos y relacionales.

2. “Si tengo días buenos, no puedo estar deprimido.”

Falso. La depresión no es lineal: puede haber altibajos, momentos de aparente normalidad y recaídas.

3. “Solo los que tienen grandes problemas se deprimen.”

Falso. La depresión puede afectar a cualquiera, incluso a personas exitosas, con familia, trabajo y vínculos.

7) Cómo empezar a salir

Salir de una depresión no es “volver a ser feliz”, sino recuperar la capacidad de sentir.

Volver a estar presente en el propio cuerpo, en los vínculos y en el tiempo.